Ana María Shua |
“El teléfono me despertó como si gritara. Era mi padre. Era de noche.”
Escrita en 1997, esta novela se desarrolla en una Buenos Aires futura y lejana que, con ese don profético que a veces tiene la ficción, de a ratos parece próxima. La ciudad está dividida en barrios cerrados y tierra de nadie; el poder del Estado es prácticamente nulo; la violencia es permanente y las cámaras de seguridad están en todas partes; ante la fragilidad individual y social, impera la cultura de lo aparente y lo artificial.
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